Es así que el sistema de evaluación BREEAM se desarrolló en el Reino Unido, el HQE en Francia, el CASBEE en Japón, el LEED en Estados Unidos y solo el GBTOOLS reconoce una contribución mas internacional.
Si se comparan entre si estos "métodos de evaluación" para una mayor sustentabilidad ambiental de los edificios, se advierten varias similitudes y algunas diferencias.
Entre las similitudes, se destaca que el enfoque general define la "sustentabilidad" desde tres dimensiones: ambiental, económica y social En la variable social es donde interviene la mencionada satisfacción para los ocupantes del edificio.
La unidad de evaluación es el "edificio" y desde allí se expande a un espacio mayor aunque en forma muy limitada. Predomina la virtud de "la localización" como criterio general para evaluar la sustentabilidad del entorno o espacio exterior.
En cuanto a los objetivos a alcanzar para los edificios, predomina el enfoque de una mayor "eficiencia" en la gestión de los recursos (energía, agua, calidad de aire interior, etc) que debe de mantenerse y en lo posible incrementarse a lo largo de su vida útil. Entra aquí, como importante contribución, el análisis parcial del Ciclo de Vida del edificio y el énfasis puesto en la variable "tiempo".
En estos métodos, la evaluación de un edificio reconoce diferencias de criterios y objetivos según el "uso o "programa" al que esté destinado y será distinta para usos comerciales, educativos, de salud o viviendas.
Todo el proceso de evaluación busca apoyarse en métodos científicos validados. Esto requiere conocimiento del medio: disponibilidad y/o generación de bases de datos, modelización de los procesos para la definición de flujos de entradas y salidas, desarrollo de cálculos, y disponibilidad de la información. También requiere la formación y el entrenamiento de proyectistas, especialistas, empresas y su personal, etc. Se acepta y se manifiesta que la intención de alcanzar stándares altos tiene correlativamente un sobrecosto agregado también alto, pero que el sobrecosto se recupera en el ciclo de vida, con la eficiencia alcanzada, en beneficio de usuarios en primer término.
El final del proceso culmina en la certificación, que sufrirá periódicas revisiones por parte de la institución privada autoconstituida para la aplicación del método y su puesta en el mercado y control de uso en cada caso.
Naturalmente, la posibilidad de certificar "sustentabilidad" empleando algunos de estos métodos, es voluntaria, aunque en algunos países hay aspectos de los mismos que ya han pasado a formar parte de las regulaciones de edificación.
Más similitudes y algunas diferencias
Entre otras similitudes podemos señalar que la evaluación se hace por ítems y cada ítems tendrá un puntaje pre-definido como el máximo que puede ser alcanzado en ese item, o bien una escala de letras descendentes en donde la letra "A" indica la excelencia y a medida que se avanza en el abecedario va disminuyendo la calidad ambiental del item.
Las certificaciones se obtienen según una categoría o standard, al alcanzar la cantidad de puntos de las escalas del sistema y según los ítems aprobados. (algunos pueden ser obligatorios) Todos los sistemas funcionan por sumatoria. No hay penalizaciones ni descuentos de puntos.
La aplicación solo parcial del Análisis del Ciclo de Vida, así como la ausencia de penalizaciones generan algunas contradicciones, como el hecho de que en el proceso de evaluación puedan resultar "compensados" impactos ambientales importantes (por ejemplo debido al uso de determinados materiales), simplemente por inclusión de otros aspectos de relativo impacto y alcance.
Entre las diferencias que presentan entre si los distintos sistemas podemos destacar:
Las consideraciones sobre los límites del objeto a evaluar, edificio - entorno, se plantean con distintos alcances, y con distintos énfasis; pueden justificarse ciertos aspectos como requerimientos de programas o identificarse como impactos negativos hacia el entorno. También en esta dirección, algunos sistemas amplían y/o complementan la evaluación del edificio, generando herramientas dirigidas a otras escalas de análisis, como las evaluaciones de "entornos sustentables".
La complejidad inherente para los aspectos ambientales cuando son encarados desde la visión de contexto (regional o local) para los aspectos constructivos y desde una visión mas global cuando se priorizan factores ambientales generales, termina reflejándose en distintas formas de abordaje para las diferentes metodologías. Básicamente, en la definición de temas e indicadores, en la importancia relativa asignada a los distintos temas y en aspectos relativos a la calificación.
Por lo tanto, no se trata de modelos universales, ya que responden a objetivos y estrategias propias, al contexto técnico, ambiental, económico, exigencias y estándares que reflejan el desarrollo del medio donde surgen. En consecuencia, las evaluaciones tampoco llevan a resultados universales, sino que se validan según cada marco normativo particular.
Más allá de sus particularidades, la complejidad de todas estas herramientas parece condicionar su integración en las etapas de diseño de proyectos, como de políticas, en tanto se desarrollen como mecanismos de calificación ex post.
Latinoamérica y las certificaciones ambientales de edificios.
Latinoamérica no solo presenta una realidad de conjunto diferente a los contextos en donde estos métodos se desarrollaron, sino que interiormente abarca a su vez una gran diversidad. Sin embargo dentro de esa diversidad, hay sectores de la población en cada país sensibles a las innovaciones y nuevas tecnologías que provengan de cualquier lugar.
Hacia estos sectores se dirige el marketing para penetrar en el mercado local y "vender" la idea de la conveniencia de la certificación aprovechando que la difusión de las problemáticas ambientales globales ha puesto de moda a las soluciones "verdes" para amplios sectores de la población.
En esta "ofensiva" hacia la captación de nuevos mercados lleva la delantera el método "LEED" que tiene la ventaja de contar a su favor con la sólida "influencia" que su país de origen (EEUU) tiene sobre la región. También debido al diseño y presentación de la metodología que resulta simple, en forma comparativa.
Junto con la difusión y el aumento de conciencia del problema ambiental, y la intensificación del marketing, gana espacio la urgencia por acompasar los cambios que vemos operando en otros medios.
El compromiso de profesionales, y gobernantes, en la formulación de acciones se procesa muchas veces sin la maduración de los objetivos perseguidos y sin la proyección sobre otros conflictos pendientes de resolución, pudiendo aparecer en apoyo de acciones políticamente correctas como ventajas impositivas o créditos blandos, sin dimensionar sus consecuencias.
El desafío será no confundir los objetivos de las certificaciones con acciones de por sí tendientes a lograr comunidades más sustentables. Las certificaciones pueden ser funcionales al seguimiento de mediciones y eventuales controles de parámetros ambientales, como emisiones CO2, al diseño en eficiencia del uso del agua, y recursos, a la gestión, a la construcción de la evolución de indicadores, y desde ahí, contribuir a modificaciones de comportamiento social. Pero se restringen, en todo caso, al ámbito del sector formal.
En tal sentido, la calidad ambiental desde nuestra perspectiva debe tender más a resolver conflictos con la sociedad al margen, y no caer en soluciones que en forma indirecta ayuden a aumentar la brecha con el sector formal, ya que los mayores costos ambientales aún los pagan quienes no acceden a la formalidad, y esa es aún, una de nuestras realidades más evidentes.
VER PARTE II
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